Del cuidado de la salud
Cuidado con el hambre emocional
- En tiempo de verano y de intensos calores es cuando más pasan la cuenta el sobrepeso y de la obesidad, tendemos entonces a hacer dietas y -a veces- hasta ejercicios para adelgazar.
Sin embargo, la razón de la gordura no está en qué comemos, sino en por qué comemos. Existen cuatro impulsos que nos llevan a ingerir alimentos:
- Hambre fisiológica. Es la sensación natural que se produce en nuestro organismo cuando necesitamos nutrientes para satisfacer los requerimientos del cuerpo. Una vez que se come y no se necesitas más, se experimenta la sensación de saciedad.
- Hambre emocional.
- A largo plazo, puede derivar en trastornos alimenticios graves como anorexia o bulimia nerviosa.
- Es la sensación de una necesidad de comer que se genera como reacción para evitar o evadirse de emociones que suelen ser negativas. Aparece en forma repentina como un deseo de comer «algo», generalmente dulce, que una vez ingerido no parece satisfacer, puesto que el “hambre” no desaparece y se quiere seguir comiendo.
- Hambre sensorial, que es la necesidad de comer algo que nos gusta, porque nos gusta, aunque no tengamos hambre fisiológica; y
- Hambre hedonista, que es comer de todo y en cantidad, sólo por el placer de comer.
Resulta importante identificar el tipo de hambre que estamos sintiendo para poder intentar un control, en especial cuando lo que sentimos es hambre emocional, porque es la más conflictiva y potencialmente dañina.
El Hambre Emocional
- El hambre emocional implica comer en respuesta a emociones en vez de hacerlo por hambre fisiológica.
- Se desencadena por emociones como el estrés, ansiedad, soledad, aburrimiento, tristeza, enojo, y también por emociones vividas durante la niñez o la juventud y que permanecen en el inconsciente.
- Por lo general, el hambre emocional lleva a comer alimentos ricos en azúcares y grasas que estimulan la liberación de endorfinas, creando una asociación entre comida y satisfacción emocional.
Efectos físicos
- Físicamente, la ingesta permanente y a cualquier hora estimulada por el hambre emocional puede resultar en sobrepeso, obesidad, diabetes tipo 2, colesterol alto, cálculos en la vesícula biliar, hipertensión y enfermedades del corazón.
- A largo plazo, puede derivar en trastornos alimenticios graves como anorexia o bulimia nerviosa.
Consecuencias psicológicas
- Psicológicamente, el hambre emocional está asociado a frustración, culpa, baja autoestima, ansiedad y depresión. Todos sentimientos y emociones que generan un círculo vicioso que mantiene constante el hambre emocional.
Precaución
- Debemos tener claro que desde pequeños empezamos a asociar la comida con las emociones: la sensación de seguridad al comer en los brazos del padre o madre; las recompensas con dulces o comidas por portarse bien u obtener un logro van creando una relación comida seguridad;
- Hay comidas que activan en el cerebro reacciones placenteras y antidepresivas, como el chocolate que libera endorfinas y serotonina,
- Son todos factores que hacen que de manera no consciente aprendemos que la tristeza, la soledad y el estrés, entre otras, se reducen con comer.
Manejar el hambre emocional
- Planifique sus comidas y cumpla los horarios,
- Pregúntese por qué quiere comer cuando no es hora de comer o si acaba de haber comido.
- Reflexione sobre sus emociones antes de comer «fuera de horas» y busque alternativas en qué ocuparse.
- Si no resiste la tentación de comer, evite alimentos innecesarios y procesados,
- Reduzca el consumo de azúcares procesados, prefiera la fructosa que es azúcar natural,
- Incluya alimentos con triptófano para promover la liberación de serotonina,
- Realice algún deporte,
- Evite el aislamiento,
- Mantenga relaciones sociales,
- No tema en pedir ayuda a un profesional.