Cambio, adaptación y futuro

  • Conectar el aprendizaje con la acción
  • Ya no basta con señalar que «el cambio es permanente», hay que incorporar esta declaración como una nueva forma de habitar el mundo y construir organizaciones.

Ya llevamos más de un año con una pandemia encima. Hoy la conciencia acerca de lo inevitable y permanente del cambio ya está instalada a nivel organizacional.

Muy probablemente, ninguna planificación estratégica tenía incorporado un evento como el estallido social, y mucho menos una pandemia global como el covid-19.

Sin embargo, esa conciencia emergente no es suficiente, ya no basta con señalar que «el cambio es permanente», hay que asimilar e incorporar esta declaración como una nueva forma de habitar el mundo y construir organizaciones.

  • ¿Cómo hacemos para construir estrategia cuando los supuestos respecto al entorno son tan volátiles?,
  • ¿es posible fijar planes y objetivos a mediano y largo plazo?,
  • ¿hasta dónde sirve el recorrido que hemos tenido y hasta dónde es una limitante en sí misma?

Estas preguntas me han aparecido en procesos con ejecutivos de importantes organizaciones latinoamericanas, y posiblemente sean bastante aplicables al mundo entero.

Estamos frente a una crisis de acción que tiene un sustrato fundamentalmente cultural. Nuestra forma tradicional de hacer las cosas ya llegó a un límite en sus posibilidades, y al borde de encontrarse con sus zonas ciegas, aquellas donde «no sé que no sé»; y cuando hay personas, recursos y ecosistemas que dependen de mis decisiones, «no saber que no sé», no solo es riesgoso, sino incluso puede llegar a ser hasta peligroso.

Entonces, cuando entramos en zona ciega, las preguntas acerca de ¿cómo se hace?, ¿dónde está la referencia?, ¿dónde se ha aplicado? son cuestionamientos que miran hacia atrás, hacia la búsqueda de certezas, «retornar a la normalidad», «volver a los indicadores de antes», o sea, mirando a lo conocido, no entrando en la oscuridad de la ceguera consciente.

Sería un gran paso moverse del «no sé que no sé» al «sé que no sé». La primera preserva el statu quo; la otra, abre al aprendizaje, y lo que más necesitamos en momentos como este es la adaptabilidad que nos ofrece la capacidad de aprendizaje continuo.

El proceso adaptativo, es un proceso de aprendizaje donde se ponen a prueba las formas ya aprendidas al enfrentarlas a nuevos escenarios y desafíos. Es en función de su efectividad que decidimos modificar nuestras acciones o paradigmas, o incluso simplemente cambiamos nuestros puntos de vista o acciones sin mayor intencionalidad. Pero para que eso suceda, tenemos que abrazar el riesgo de salir de la zona de confort y abrirnos a la incerteza del futuro emergente.

La esencia del proceso

El tema es ¿cómo hacemos eso, si no sabemos hacerlo?

Una forma central de conectar con el aprendizaje es vincularlo con la acción. Salir del paradigma cognitivista que cree que información es conocimiento, y adentrarse en la profundidad de la estructura de aprendizaje humano para ver realmente cómo sucede y poder desde ahí tomar decisiones estratégicas que vayan generando mayor adaptabilidad organizacional.

Para esto, tiene que estar permanentemente abierto el espacio a la reflexión sobre la acción, abrir en los equipos la conversación acerca de los procesos que nos llevaron a los resultados que generamos, las formas de abordar que aplicamos y su efectividad, de forma que esa reflexión compartida permita la emergencia de nuevos mapas más amplios de la realidad que nos posibilite ir a nuevas experiencias sobre las que reflexionemos luego, y así permanentemente. Es decir, pasando de ser una máquina de resultados a un organismo vivo, que se adapta y sintoniza con el entorno del que es parte.

FUENTE: El Mercurio –  Clase Ejecutiva UC

Fecha: 27-04-2021

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