La sicología oscura de las REDES SOCIALES
- Las redes sociales se han convertido "en un poderoso acelerante para cualquiera que desee comenzar un incendio", afirman Jonathan Haidt y Tobias Rose-Stockwell.
"Somos una especie tribal. Es nuestra regla y nuestro defecto. La sociedad civilizada moderna -la de las tradiciones liberal e ilustrada- creó modos de reducir nuestro tribalismo: el estado de derecho, la democracia representativa y un sentido general de aceptación de la diferencia se construyeron lentamente, a lo largo de muchos siglos. Sin embargo, toma mucho trabajo dejar atrás nuestros defectos, y muy poco reactivarlos. Creo que eso es lo que han hecho las redes sociales: poner en riesgo siglos de progreso".
El párrafo es del sicólogo estadounidense Jonathan Haidt, profesor en la Universidad de Nueva York, y responde a una pregunta, vía e-mail, basada en un ensayo que acaba de publicar en la revista washingtoniana The Atlantic -The Dark Psychology of Social Networks, en coautoría con el "tecnologista" Tobias Rose-Stockwell.
El sentido original de Facebook
La misión original de Facebook era "hacer el mundo más abierto y conectado", y durante sus primeros tiempos, afirman los autores, "muchos asumieron que un gran crecimiento de la conectividad sería bueno para la democracia".
Sin embargo, con el pasar de los años "el optimismo se ha diluido" y los perjuicios se han multiplicado: "Las discusiones políticas en línea -a menudo entre desconocidos anónimos- se sienten más furiosas y menos civilizadas que las del mundo real; las redes partidistas crean visiones que pueden hacerse cada vez más extremas; florecen las campañas de desinformación y las ideologías violentas atraen reclutas".
¿Qué pasó?
Primero, que tanto Twitter (2006) como Facebook, en 2009, crearon, respectivamente, la Línea de Tiempo y el NewsFeed, con lo cual proveyeron a los usuarios de información continua e inagotable, cambiando dramáticamente su modo de consumirla.
Más tarde, cada uno por su lado, agregaron entre otros el like, el retuit y el retuit con comentario, que se transformaron en armas para interpelar, condenar, validar, validarse y propagar información, verdadera o no, a la velocidad de la viralización.
Chris Wetherel, uno de los creadores del botón "retuit", comparó hace poco esta creación con el acto de "darle un arma cargada a un niño de cuatro años".
El "sociómetro"
Aparte de rápido, el cambio ha sido profundo.
Si la comunicación se entendió alguna vez como la "puesta en común" entre al menos dos partes -hubiera o no retroalimentación-, hoy es más bien práctica unilateral para imponer ideas. "Cuando hablamos para mostrarnos o para impresionar, estamos en una actitud muy distinta de cuando hablamos para conectarnos y profundizar las relaciones", plantea Haidt.
Así, "mientras más superficialmente conectados, más aislados estamos", lo que, a su juicio, podría ayudar a explicar la ola de depresión que ha afectado desde 2012 a la Generación Z, los nacidos después de 1995.
En paralelo, la autoestima ha sido suplantada por lo que el sicólogo social Mark Leary llamó el "sociómetro", que es el indicador mental que nos dice cómo nos va, a cada momento, a ojos de los demás.
Ya no necesitamos una autoestima real, dice Leary, "Más bien, la exigencia evolutiva es que el resto nos vea como aliados deseables para distintos tipos de relaciones.
Y los medios sociales, con su despliegue de likes, amigos, seguidores y retuits, ha sacado los sociómetros de nuestros pensamientos privados, haciéndolos públicos"_.
El atractivo de "lo moral" y "lo emocional"
El ensayo se detiene también en la expresión moral "grandstanding" ("grandilocuencia moral"), acuñada por Justin Tasi y Brandon Warmke, que describe el uso del discurso moralista en la red para acrecentar el propio prestigio.
Y si la manifestación constante de nuestra ira en conversaciones privadas nos hace fastidiosos, en redes sociales puede ser un empujón para nuestro estatus.
Un estudio de la Universidad de Nueva York midió en 2017 el alcance de medio millón de tuits y descubrió que, en promedio, cada palabra moral o emocional usada en un tuit incrementaba su viralidad en 20%.
El mismo año, investigadores del Pew Research Center constataron que los posteos de Facebook que exhiben una "discrepancia indignada" tuvieron casi el doble de likes, shares y otras formas de agregar partidarios que otros contenidos en esta red.
Redes sociales: poderoso acelerante
Que la rabia política esté disparada no es algo de lo cual culpar a internet. Es más complejo y viene de antes. Eso sí, desde 2013 las redes sociales se han convertido "en un poderoso acelerante para cualquiera que desee comenzar un incendio".
No es que hablemos de medios "intrínsicamente malvados", escriben. Menos aún cuando han dado visibilidad a grupos e individuos que no la tenían. Pero hay un problema y es grave, aunque no irreparable.
Con lo que les queda de optimismo, los autores proponen tres tipos de reforma que podrían ayudar.
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Primero, reducir la intensidad y la frecuencia de los "mensajes unilaterales" en redes sociales (Instagram ha estado probando la eliminación de likes, para que el material subido se examine en su mérito y no en función de la gente que explota la "métrica de la vanidad").
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Segundo, reducir el alcance de las cuentas no verificadas, y
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Tercero, reducir el "contagio" de la información de baja calidad.
Si queremos que la idea de democracia recupere respeto en tiempos de creciente insatisfacción, tendremos que conocer y entender la multitud de formas en que las plataformas actuales crean condiciones hostiles para ello, concluyen los autores.
FUENTE: Extracto-resumen La Tercera
Fecha: 8-12-2019